Perchero

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Perchero

«Dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre» (Lucas 2:7).

¿Qué hay de malo en esta foto?

La respuesta es sencilla: Jesús no pertenece aquí. Es el Hijo de Dios del cielo. No merece ser tratado como un vagabundo o un criminal. Se merece lo mejor que el mundo puede ofrecer. ¿Viene del cielo a la tierra y termina en un establo? ¿Cómo puede ser eso? Permítanme insistir en este punto de otra manera. Dios podría haberlo hecho mejor. Supongamos que usted tuviera todo el poder y pudiera elegir el momento, el lugar y la forma del nacimiento de su hijo. ¿Elegirías que naciera fuera, en un establo? Eso no tiene ningún sentido.

¿Qué está pasando aquí?

El mundo no tenía espacio para Cristo, y no lo tiene ahora. Juan 1:11 lo dice muy claramente: «Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron.» Jesús vino «a casa», a los suyos, y no lo recibieron. Vino a la gente que debería haberle conocido mejor, y no quisieron saber nada de él.

Si Jesús naciera hoy, lo haría en un destartalado edificio de viviendas o en un campo del país o en una remota aldea de la India. El mundo que no tenía espacio para él entonces, no lo tiene ahora.

Su humillación empezó pronto y continuó hasta el final. Nació al aire libre porque no dejaron entrar a María y José. Durante su ministerio dijo a sus discípulos que «las zorras tienen guaridas y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza» (Mateo 8:20). No poseía nada más que la ropa que llevaba puesta, y cuando fue crucificado, los soldados se jugaron su túnica. Cuando murió, lo enterraron en una tumba prestada.

Era un «forastero» en todos los sentidos: vino de «fuera» de esta tierra, nació «fuera» de la posada y murió «fuera» de los muros de la ciudad.

Los carteles de «No hay vacantes» estaban allí para nuestro beneficio. Dios podría haber puesto a disposición una habitación. Podría haber creado un hospital o un palacio en Belén si lo hubiera deseado. La secuencia de acontecimientos que se desarrollaron -el censo, el largo viaje, la falta de sitio en la posada, la «falta de cuna para la cama», el comedero, los «pañales»- todo fue planeado por Dios, aunque todo parecía ocurrir por casualidad. Dios quiso que no hubiera sitio en la posada, no por el bien de Jesús, sino por el nuestro, para que aprendiéramos quién es Jesús y por qué ha venido.

Que Dios nos conceda a cada uno de nosotros fe para creer y un corazón abierto para decir: «Sí, Señor Jesús, en mi corazón hay sitio para ti.»

Señor Jesús, te pedimos hoy por los que luchan por conocerte. Retira las cortinas de la incredulidad para que se llenen de fe para creer en ti. Amén.

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