Las Escrituras revelan que Jesucristo juzgará a toda persona que haya vivido (Hechos 10:42). Los que rechazan su oferta de salvación se enfrentan al juicio del trono blanco, la última parada de los incrédulos antes de una eternidad de exilio de la presencia de Dios. Los creyentes también estarán ante Jesús, momento en el que finalmente llegarán a comprender plenamente su extravagante gracia.

En 1 Corintios 4:5, Pablo afirma que Jesús revelará los motivos ocultos en los corazones de los creyentes. Algunas personas han tenido la idea equivocada de que todos sus pecados serán expuestos para que todos los vean, pero la Biblia no apoya de ninguna manera esa noción.

Jesús revelará la verdadera naturaleza del corazón del creyente. Cada acto rebelde, actitud equivocada y palabra cortante será revisada. Cuando la Biblia dice que Jesús enjugará las lágrimas de nuestros ojos, se refiere a este momento (Isaías 25:8). Estaremos en la presencia del santo Salvador, afligidos por lo indignos que somos de su sacrificio. Pero la pena durará sólo un momento. A continuación vendrá la tremenda alegría de haber recibido el perdón y de haber vivido una vida agradable a Él. El juicio de Cristo no es un castigo; es un recordatorio de que hemos sido perdonados. Por fin, nos daremos cuenta de la profundidad y la amplitud de su gracia.

Los creyentes no tienen que acobardarse ni agachar la cabeza durante el juicio. Tampoco tenemos que arrepentirnos: el tiempo para ello ya ha pasado. Estaremos ante el Señor, revestidos de la justicia de Cristo y perdonados de todos los pecados. Y por fin comprenderemos cuán grande es el amor de nuestro Dios por nosotros.